Es fácil olvidar que cada vez que nos conectamos a Internet dejamos una «huella», un registro digital permanente que los demás pueden ver, incluidos los hackers. El correo electrónico, los mensajes de texto, las compras online, los inicios de sesión en sitios web, las publicaciones en redes sociales... Debemos tenerlo claro: todo lo que se hace online deja una huella digital que puede rastrearse, copiarse o compartirse.
La huella digital puede expandirse rápidamente a medida que aumenta la actividad, lo que puede resultar perjudicial si no se gestiona y protege adecuadamente. Los menores deben pararse a pensar cuando navegan por Internet para protegerse de programas malware, hackers y otras personas que intenten acceder a su información personal. Mantener las identidades seguras es clave: aquí tienes 10 consejos que puedes compartir para proteger a los menores.