Por: Victor Esquivel, Socio Director General de KPMG en México y Centroamérica

La situación actual ha llevado a las organizaciones a un profundo proceso de transformación. Más importante aún, las ha encaminado hacia la optimización de las operaciones; un cambio de paradigma conducido, eminentemente, por la digitalización de la empresa.

Asimismo, el cliente y sus preferencias han modificado sustancialmente distintos mercados, convirtiéndose en el catalizador la transformación digital. Si bien en diversos sectores la revolución digital venía manifestándose desde años atrás, para una gran cantidad de modelos de negocio que se habían limitado a realizar mejoras marginales para seguir operando, la pandemia favoreció que se enfocaran en el ambiente totalmente digital.

En este orden de ideas, la innovación orienta los cambios que se deben ejecutar. Por ello, como parte de la transformación, cada empresa necesita incorporar la tecnología más adecuada para lograr sus objetivos estratégicos, modificando o replanteando su modelo de negocio para concentrarse en las necesidades del cliente.

La mejor forma de sortear la incertidumbre consiste en fortalecer los esquemas de innovación y seguir incrementando la rapidez con la que el negocio se adapta a la nueva realidad. De hecho, durante la pandemia se aceleró la transformación digital mediante la adopción de nuevas tecnologías en nueve de cada diez empresas (87%).[1]

Dichos esquemas innovadores contemplan actividades estratégicas como la implementación de nuevos marcos de gestión a gran escala; mejoras en los modelos de operación; mayor enfoque en las fuentes alternativas de ingresos y en la experiencia digital del cliente, tendencias que se observan al exterior de las organizaciones y que la Alta Dirección debe tener en cuenta para asegurar el crecimiento de la empresa a corto y mediano plazo, así como una mayor participación de mercado.

En su agenda para 2021, el World Economic Forum plantea cuestionamientos acerca de cómo lograr la adopción tecnológica y la innovación en todas las industrias para subsanar las distintas vulnerabilidades de instituciones y negocios.

Para alcanzar metas tan complejas, el liderazgo de la empresa tiene la responsabilidad de ser cada vez más ágil y resiliente, pues en la nueva realidad deben evaluarse continuamente las estrategias de negocio y mantener una gran apertura para redefinir constantemente las prioridades.

Más que nunca, es necesario un enfoque de pensamiento exponencial, reconociendo que la pregunta no es “¿Cómo volver resiliente tal o cual modelo de negocio?”, sino reconocer que si una determinada pauta está expuesta a demasiados riesgos que podrían comprometer su sostenibilidad, es necesario prever cuál sería un mejor camino y realizar los cambios necesarios en la agenda para mejorar las expectativas de éxito.

 

[1] Perspectivas de la Alta Dirección en México 2021, KPMG en México, 2021.

¿El fin de la planeación?

La apertura y la flexibilidad conducen a emprender acciones estratégicas, susceptibles de adecuarse a las condiciones cambiantes del mercado. En el pasado, los planes se basaban en la rigidez y la claridad sobre el rumbo que debía tomarse. Actualmente, las organizaciones se enfocan en cómo gestionar lo que está por venir en los meses más inmediatos, aprovechando las oportunidades y sorteando los retos conforme se van presentando, pues tanto las amenazas como las coyunturas favorables van moldeando la planificación.

¿Estamos ante el fin de la era de la planeación? No de la planeación, pues siempre es necesaria una mínima previsión del futuro, por más disruptivo que sea; pero sí de los planes rígidos, anclados en logros del pasado, que no se atreven a cuestionar los supuestos sobre los cuales podría sostenerse una nueva estrategia.

Las organizaciones que se limitan a reaccionar a los cambios incrementan sus posibilidades de perecer. Por ello, es necesario desactivar el piloto automático y tomar el control de la nave, evaluando constantemente qué funciona y qué no.

En el pasado, los factores exógenos o externos a la organización permanecían constantes durante más tiempo. Esto permitía que el rumbo estratégico definido por el liderazgo de la empresa se mantuviera sin cambios y la fuerza laboral pudiera enfocarse en la ejecución de tal directriz.

La incertidumbre es hoy parte de la nueva realidad y las turbulencias son la normalidad en este trayecto. Por ello, el liderazgo que se requiere tiene como reto replantear permanentemente la respuesta ante los factores externos, lo cual representa una gran oportunidad para capitalizar coyunturas favorables y transformar los modelos de negocio.

Nota: las ideas y opiniones expresadas en este escrito son del autor y no necesariamente representan las ideas y opiniones de KPMG en México.

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