Por: Alejandro Pagés, Director de Asesoría en Sustentabilidad, ASG y Economía Circular de KPMG México 

México se encuentra en una encrucijada trascendental en su camino hacia la descarbonización. El cambio climático exige una transformación profunda de su modelo económico, por lo que es necesario alejarse de los combustibles fósiles para abrazar un futuro sostenible. Este proceso presenta tanto desafíos importantes como oportunidades únicas para impulsar el desarrollo económico, la creación de empleos y la mejora del bienestar social. Si bien nuestro país ha establecido metas ambiciosas de reducción de emisiones, como la generación de 35% de su electricidad a partir de fuentes limpias para 2024,1 la realidad es que la dependencia de los combustibles fósiles persiste.

Según datos de la Secretaría de Energía (Sener), en 2023, 75.67% de la energía provino de fuentes fósiles y apenas 24.33% de renovables.2 Esto implica que México se encuentra avanzando en su proceso de descarbonización, destacando la necesidad de contar con un enfoque integral que combine políticas públicas ambiciosas, inversión en tecnología e innovación, y una transición justa que no deje a nadie atrás, por lo que a continuación analizamos los principales retos que existen:

1 Para 2040 México superará la meta de contar con 35 por ciento de generación eléctrica proveniente de fuentes limpias, Secretaría de Energía, 2016.

2 Balance Nacional de Energía 2023, Secretaría de Energía, 2023.

1.  La economía mexicana aún depende en gran medida de los combustibles fósiles a causa de las actividades derivadas de la extracción y uso de petróleo y gas. Además, la empresa estatal de petróleo enfrenta dificultades financieras y operativas que limitan su capacidad de invertir en energías renovables. Asimismo, la transición energética puede generar resistencia de las partes interesadas que aún dependen de la industria de los combustibles fósiles

2.  A pesar de los objetivos de reducción de emisiones, algunas políticas gubernamentales recientes han favorecido a los combustibles fósiles, creando incertidumbre para la inversión en energías renovables, lo que desalienta la participación del sector privado en la transición energética

3.  La inversión en infraestructura de energía renovable, redes de transmisión y tecnologías limpias requiere un financiamiento significativo. Dado que la brecha financiera es aún amplia, nuestro país necesita movilizar recursos públicos y privados, además de acceder a financiamiento climático internacional para impulsar su transición energética

4.  Fortalecer las capacidades institucionales para la política climática y energética es fundamental para asegurar la implementación efectiva de una estrategia de descarbonización, por lo que la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana son cruciales para generar confianza y asegurar su éxito

5.  La transición energética debe ser justa y equitativa para aminorar los impactos en las comunidades y el personal que dependen de las industrias intensivas en carbono. Es necesario desarrollar estrategias de transición justa para reducir la desigualdad social y regional que incluyan programas de capacitación, creación de empleos verdes y apoyo a las regiones más afectadas por la transición

Por otra parte, las oportunidades que brinda la transformación del sector energético para el futuro son cuantiosas:

1.  México cuenta con un enorme potencial en recursos renovables como energía solar, eólica, geotérmica e hidroeléctrica, por lo que aprovecharlos puede generar energía limpia y barata para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y así crear nuevas industrias y empleos

2.  La descarbonización impulsa la innovación en tecnologías limpias, creando oportunidades para adoptarlas rápidamente y lograr el desarrollo de nuevas empresas, la generación de patentes y la atracción de inversión extranjera

3.  Las empresas que adopten prácticas sostenibles y reduzcan su huella de carbono podrán ser más competitivas y estarán mejor posicionadas en los mercados internacionales, especialmente en sectores de energías renovables, tecnologías limpias y manufactura sostenible, donde la demanda de productos y servicios verdes está en aumento

4.  Los beneficios para la salud se reflejarán en toda la población gracias a la reducción de contaminantes derivados del uso de combustibles fósiles, lo que se verá reflejado en una mejora de la calidad del aire y la reducción de costos para los servicios de salud pública, así como en un aumento de la calidad de vida y la productividad de las personas

5.  La descarbonización aumentará la resiliencia climática de México, pues se promueve un sistema energético más limpio, diversificado y resiliente frente a los impactos del cambio climático. Al reducir las emisiones, se mitigan efectos adversos como son los eventos climáticos extremos, las sequías y el aumento en el nivel del mar. Asimismo, se promueve la diversificación de la matriz de energía, lo que aumenta la seguridad energética y reduce la vulnerabilidad a las fluctuaciones de precios e interrupciones del suministro, las cuales pueden verse exacerbadas por el cambio climático. Finalmente, se fomenta la eficiencia en todos los sectores, lo que reduce el consumo y la demanda de combustibles fósiles, y disminuye la vulnerabilidad a las crisis.

En conclusión, la descarbonización de la economía mexicana es un imperativo para enfrentar el cambio climático, proteger a la población y asegurar un desarrollo sostenible a largo plazo. Si bien el camino está lleno de desafíos, también ofrece oportunidades únicas para impulsar el desarrollo económico, la creación de empleos y la mejora del bienestar social.

Para alcanzar este objetivo, México necesita un enfoque integral que combine políticas públicas ambiciosas, inversión en tecnología e innovación, así como una transición justa para todos. Además, fortalecer las instituciones, promover la participación ciudadana y asegurar la transparencia, y la rendición de cuentas son acciones clave para el éxito. Al aprovechar las oportunidades que ofrece la descarbonización, nuestro país puede construir una economía más resiliente, competitiva y justa, lo que asegura un futuro próspero.

Nota: las ideas y opiniones expresadas en este escrito son de quienes firman el artículo y no necesariamente representan las ideas y opiniones de KPMG en México.

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