Por: Javier Mundo, Socio Líder del Sector de Energía y Recursos Naturales, y Carlos Millán, Socio de Global Strategy Group de KPMG México
En 2015, en el marco de la Conferencia de las Partes 2021 (COP21), se alcanzó el mundialmente citado Acuerdo de París, el cual sentó las bases para combatir el cambio climático, así como acelerar las acciones y estrategias de política pública en diferentes países que permitirían alcanzar un futuro sostenible y reducir la huella de carbono.
A partir de dicho hito, el mundo ha evolucionado; el ritmo probablemente no haya sido el esperado, pero intentamos avanzar en la dirección que como humanidad se requiere para lograr el equilibrio necesario entre desarrollo económico y sustentabilidad, beneficiando así a futuras generaciones.
En este sentido, las grandes empresas del sector energético a nivel mundial, entre las que se encuentran las compañías internacionales y nacionales de petróleo, no han sido ajenas al imperativo de ajustar sus modelos basados en actividades de exploración y extracción de crudo y gas hacia otras líneas de negocio presentes en la industria.
Por ejemplo, hace algunos años, incluso antes de la pandemia, petroleras de diferentes partes del mundo anunciaron que, producto de un ejercicio de reflexión sobre la transición energética global y con el objetivo de lograr un mayor alcance, expandirían sus actividades.
El esfuerzo para dar paso a las energías limpias ha sido constante en los últimos años, por lo que la estrategia de este tipo de empresas, antes denominadas genéricamente como compañías petroleras, es convertirse en compañías de energía, transformando profundamente sus modelos de negocio, realizando fuertes inversiones y adoptando nuevas metas para producir energías renovables, verdes o limpias.
Para alcanzar dichas metas, ligadas a aspiraciones ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG), las organizaciones energéticas seguirán necesitando financiar sus operaciones mediante los ingresos derivados de los combustibles fósiles; sin embargo, el foco es claro: alcanzar la transición y generar una canasta energética más amplia, invirtiendo en proyectos solares, eólicos, de biomasa, hidrógeno verde, entre otros.
Una alternativa para acelerar la transformación y renovar el portafolio de las compañías del sector es adoptar el crecimiento inorgánico, es decir, identificar a empresas en México y el mundo que sean objeto de adquisición en el nicho de mercado que desean penetrar.
La tendencia, sin duda, continuará en los próximos años, por lo que seguiremos viendo cómo las grandes compañías internacionales y nacionales de petróleo incursionan en nuevas líneas de negocio “verde”. Por lo tanto, la identificación, selección y negociación con esos potenciales targets debe hacerse de conformidad con prácticas que permitan una correcta y ágil incorporación de la nueva línea de negocio.
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