Por: Javier Mundo, Socio Líder de Energía y Recursos Naturales del Clúster de México y Centroamérica*, y Enrique Rojo, Director de Energía y Recursos Naturales de KPMG México

El mundo y el comercio internacional están cambiando sumamente rápido. Después de tres años de pandemia y señales de recuperación económica dispares en las distintas regiones del globo, las cadenas de suministro de la industria de manufactura se ven obligadas a funcionar con altísima precisión para crear y aprovechar las economías de escala que les den competitividad en costos de operación y precios para el consumidor.

En virtud de esto, es crucial reubicar las cadenas productivas de bienes de valor agregado más cerca de sus mercados objetivo. México, por su posición geográfica y como principal socio comercial de Estados Unidos, goza de una enorme ventaja competitiva frente a fabricantes de otras latitudes, pero existe un factor decisivo para aprovechar esta reubicación o nearshoring e incrementar el comercio y el crecimiento económico: deben proporcionarse las condiciones adecuadas a quienes decidan instalarse o incrementar sus operaciones en el país; de tales condiciones, una de la más relevantes es contar con fuentes de energía suficientes, asequibles y sustentables.

Desde un punto de vista práctico, si un país busca generar, atraer y retener inversiones industriales en sectores de alto valor agregado, es necesario garantizar el abasto de energía para instalaciones productivas nuevas y existentes. En este sentido, entre los hidrocarburos, el gas natural es una de las alternativas más atractivas para generar energía eléctrica, por lo cual se le denomina combustible de transición, además de ofrecer una relativa estabilidad de precios en el mundo.[1]

Con cifras a septiembre de 2022, México importaba 69.8% del gas natural seco que consumía,[2] y este porcentaje de importaciones podría incrementarse de haber una demanda que no pueda satisfacer la producción local, aunque, de acuerdo con distintos escenarios, los requerimientos de este hidrocarburo irán decreciendo a nivel mundial en los siguientes años.[3]

Sin embargo, la producción nacional de gas natural no es el único desafío que México enfrenta para hacer realidad las oportunidades del nearshoring; otros temas críticos son los relacionados con la infraestructura de transporte y almacenamiento del hidrocarburo. Actualmente, la mayoría de los complejos procesadores de gas natural se ubican a lo largo de la costa del Golfo, lo cual también sucede con las estaciones de comprensión, las cuales, en su mayoría, se localizan en los estados de Nuevo León y Tamaulipas.[4]

En el nuevo Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec “se desarrollarán ecosistemas de producción con base en las vocaciones y sectores productivos de la región (...) Se atraerán empresas tractoras (...) se fomentará el fortalecimiento y creación de micro, pequeñas y medianas empresas, y se integrará a las economías y mercados que operan en baja escala en las comunidades”,[5] lo cual, por supuesto, requerirá un abasto de gas natural confiable para las empresas que decidan situarse en ese enclave estratégico para optimizar sus operaciones logísticas de comercio internacional.

No hay duda con respecto a los beneficios que podría traer consigo el nearshoring en cuanto a desarrollo económico e industrial. México tiene el potencial de ser uno de los principales beneficiarios de la relocalización de las cadenas productivas globales, pero es necesario garantizar el abasto de energía a las nuevas instalaciones industriales que pretendan operar y exportar desde nuestro país.

En México existen reservas de gas natural por 10,781 MMMpc,[6] y, aunque en su mayor parte la explotación de estos yacimientos se relaciona con la extracción de petróleo, en caso de que fuera una opción viable en términos ecológicos y económicos, el país podría analizar la posibilidad de aprovecharlas mediante el fracking.

Contar con gas (idealmente producido en México) es fundamental para generar condiciones que permitan el establecimiento o expansión de parques industriales; no obstante, en adición, se requiere ampliar la cobertura de gasoductos hacia regiones que carecen de acceso al combustible, así como la construcción de terminales de almacenamiento de gas natural con especial foco en los lugares que reciban nuevas inversiones.

Si bien el gas natural es un hidrocarburo, se considera un combustible de transición, que con el paso del tiempo cederá su lugar a fuentes de energía renovables. Atraer grandes capitales y aprovechar la oportunidad que ofrece el nearshoring requiere grandes inversiones para el desarrollo de infraestructura en materia energética, y para el éxito es necesaria la construcción de alianzas estratégicas entre los distintos participantes del sector.

 

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[1] Prontuario estadístico. Diciembre 2022, Secretaría de Energía, 2022, p. 22.

[2] Prontuario estadístico. Diciembre 2022, Secretaría de Energía, 2022, p. 36.

[3] Outlooks for Gas Markets and Investment, International Energy Agency, 2023, p. 7.

[4] Prontuario estadístico. Diciembre 2022, Secretaría de Energía, 2022, p. 7.

[5] Comunicado No. 14, Corredor Interoceánico- Istmo de Tehuantepec, 25 de febrero de 2021.

[6] Reservas de hidrocarburos. Reservas al 1 de enero de 2022, Comisión Nacional de Hidrocarburos, 2022.

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