Por: José Carlos Ortiz, Socio de Asesoría en Gobierno Corporativo, Riesgo y Cumplimiento de KPMG México
En México, las empresas familiares desempeñan un papel fundamental para la economía nacional; sin embargo, se trata de organizaciones que regularmente inician sus operaciones sin procesos formales, confiando más en las relaciones personales y la toma de decisiones intuitiva de socias o socios fundadores. Esto es completamente natural, ya que su prioridad durante esos primeros años es alcanzar el crecimiento sostenido.
A medida que crecen, la necesidad de formalizar los procesos se vuelve evidente porque reconocen que solo de esa manera podrán garantizar la estabilidad, control y eficiencia de la operación, por lo que comienzan a hacerse la siguiente pregunta: ¿cómo lograr que la compañía no solo sobreviva, sino también prospere en próximas generaciones?
La respuesta a dicha interrogante es, sin duda, el desarrollo de un proceso de institucionalización, es decir, desplegar esfuerzos para profesionalizar la gestión, equilibrando la confianza en las habilidades y juicios personales con sistemas y procesos objetivos, medibles y consistentes.
La institucionalización mejorará la toma de decisiones, preparará a la empresa para manejar su crecimiento y facilitará la sucesión familiar, la cual es fundamental para consolidar el salto entre generaciones sin desestabilizar al negocio.
Por otro lado, esta profesionalización de la gestión permite a dueños y fundadores ocupar posiciones más estratégicas, por ejemplo, como integrantes del Consejo de Administración, asegurándose de que la operación funciona mediante procesos controlados y que su ausencia no implicará una baja en la eficiencia.
Cabe mencionar que a menudo se presenta una resistencia natural a perder la cercanía y control del personal, especialmente en socios fundadores que aún desean influir en cada decisión. Consideran que los procesos formales pueden disminuir su injerencia o, en el peor de los casos, que los controles traen consigo burocracia innecesaria.
No obstante, la realidad es que la implementación de procesos y controles robustos fortalece y complementa la gestión basada en la experiencia y el conocimiento personal, ofreciendo, además: