El entorno económico en el que se mueven las organizaciones se ha transformado, ahora es más dinámico, es un mundo mucho más interconectado y globalizado, donde las decisiones no siempre son binarias Impredecible y con retos constantes, que requieren esfuerzos considerables y soluciones innovadoras que marquen la diferencia y permitan alcanzar los objetivos de negocio.

Para lograrlo, las organizaciones deben asumir cada día riesgos de diferente tipo, y es allí donde la gestión de estos se convierte en una función de vital importancia Esto se refleja en la convergencia hacia estándares internacionales como las NIIF, o en unas mayores exigencias normativas por parte de los reguladores locales. No obstante ¿Qué pasa si dejamos de ver la gestión de riesgos como la respuesta a los requerimientos normativos exigidos y la utilizamos como una brújula que nos permita tener una dirección e identificar posibles desviaciones de una ruta establecida? Este cambio de perspectiva representa una oportunidad para las organizaciones y es la posibilidad de obtener una ventaja competitiva y mantenerla a través del tiempo.

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