Eventos disruptivos como la pandemia y el conflicto armado entre Rusia y Ucrania no solo han hecho más incierto el futuro de la economía global, sino que, a la par, han impulsado nuevas estrategias y formas de “hacer las cosas” para las empresas de todo el mundo. Una de las más sobresalientes en ese sentido es el “nearshoring” o, como también se lo ha denominado, el “strategic shoring”, que es el término utilizado para explicar la tendencia de algunas empresas estadounidenses a cambiar la huella geográfica de sus cadenas de suministro, trasladando parte de ésta hacia determinadas ubicaciones, preferentemente en las Américas (es decir, hacia México, Centroamérica, América del Sur, Canadá y, también, los EE. UU.), y, de esta manera, ganar control, eficiencia y agilidad operativa, pero también resiliencia frente a los vaivenes y disrupciones globales.
Esta es una de las principales conclusiones a las que arribó el estudio “El beneficio de la proximidad. Reestructuración estratégica de las cadenas de suministro en las Américas”, realizado por KPMG, y cuyos resultados están basados en una encuesta realizada a 250 ejecutivos de los EE. UU., los que, siguiendo la lógica del párrafo anterior, han trasladado o piensan trasladar parte de sus operaciones a la región de las Américas en el futuro cercano. Asimismo, es importante señalar que el estudio no solo respalda esta tendencia con datos y la opinión de los expertos, sino que, al mismo tiempo, revela el valor cada vez más determinante de la proximidad, como un elemento que no solo habilita a las empresas a mejorar su resiliencia, sino a fortalecer la cadena de suministros y obtener una ventaja competitiva en un entorno muy volátil.
El patrón de crecimiento de esta tendencia hará que en el futuro cercano el 69% de las cadenas de suministro de las empresas que atienden el mercado estadounidense tendrán sede en la región de las Américas.
Según los resultados de la encuesta, el patrón de crecimiento de esta tendencia hará que en el futuro cercano el 69% de las cadenas de suministro de las empresas que atienden el mercado estadounidense tendrán sede en la región de las Américas (con Canadá, México, Brasil y Chile, además de los EE.UU., como principales ubicaciones), lo que no solo representa un incremento en el mediano plazo de 10 puntos porcentuales (pp.) respecto a la cifra actual (59%), sino la reducción notable de la cantidad de ubicaciones promedio en las que se distribuye una cadena típica que abastece este mercado (pasando de 2,7 a 2,4 ubicaciones en los próximos tres años), y, consecuentemente, la seguridad de que podrán atenderlo con menores plazos de entrega, una oferta más diversa, acceso al talento y menor exposición a los riesgos.
Asimismo, otro resultado notorio de la investigación es que una gran parte de los ejecutivos que participaron de la encuesta planea reducir en el mediano plazo la dependencia de sus cadenas de los EE. UU. y Canadá, impulsando en consecuencia la incidencia o presencialidad de Latinoamérica, pero no solo en ubicaciones “tradicionales” como México y Brasil, sino también de otros países, como Chile o Colombia, por citar solo algunos ejemplos. Y las razones son claras, ya que, por más que la proximidad sea el factor de peso en la decisión de las empresas que buscan mejorar la eficiencia de sus cadenas, otros elementos como el costo de la mano de obra y su diferencia a favor de la región están siendo cruciales en la estrategia de nearshoring de las empresas. Pero también están ponderando el mejor acceso a los recursos naturales y a rutas comerciales establecidas, o las iniciativas de sostenibilidad y uso de energías renovables que, por ejemplo, son características en las que también sobresalen los países de América del Sur, cuyo suministro de energía eléctrica hoy depende en gran parte de fuentes renovables, lo que podría traducirse fácilmente en ventajas fiscales para las empresas que decidan relocalizar parte de sus cadenas en esta región.
Pero las ventajas no terminan allí. Además de ofrecer algunos beneficios que son atractivos para la relocalización, como el acceso a un mercado de 430 millones de personas o a menores costos laborales, la región cuenta con los recursos energéticos y minerales necesarios para la producción de tecnologías avanzadas, como semiconductores o baterías, especialmente en Argentina, Brasil, Chile y Perú; ubicaciones estratégicas y acceso a rutas marítimas de gran interés, como Colombia y su cercanía al canal de Panamá; la disponibilidad de recursos humanos capacitados (por ejemplo, en Argentina); la existencia de acuerdos de libre comercio con EE. UU., que pueden facilitar el flujo de bienes y reducir la carga tributaria o arancelaria (por ejemplo, los existentes con Chile y Colombia); y, entre otros, el menor riesgo geopolítico, desde que la región se encuentra a gran distancia de los conflictos que hoy tienen lugar en Europa y Medio Oriente. Conjuntamente, y aunque no hayan sido destacadas de manera particular en el estudio, la región también ofrece similitudes culturales con el mercado estadounidense que bien pueden contribuir a la decisión de las empresas de sesgar la operación de sus canales hacia ésta, como, por ejemplo, las facilidades derivadas del idioma (ya que una gran parte de la población maneja en mayor o menor medida el inglés), o de los modelos de trabajo y husos horarios que, al simplificar la comunicación y colaboración entre los diferentes eslabones de una cadena, aumentan la productividad y eficiencia operativa, al tiempo que mitiga riesgos y reduce costos.
Sin embargo, las empresas deben considerar también los obstáculos que podrían impactar la relocalización de las cadenas de suministro hacia países de regiones menos desarrolladas como América del Sur, que pueden padecer de inestabilidad política, crisis económicas recurrentes, inflación de precios y altas tasas de interés, inestabilidad cambiaria, y laberintos regulatorios que no solo pueden complicar el ambiente de negocios, sino la posibilidad de aprovechar las ventajas que se consideraron al migrar la cadena hacia esta región (por ejemplo: los menores costos laborales, los acuerdos de libre comercio, o la repatriación de ingresos, etc.), impactando de lleno en el funcionamiento de la misma.
A pesar de lo anterior, y como sucede en la mayoría de los aspectos de la vida, las decisiones deben acompañarse de una consideración racional de las ventajas y desventajas de cada opción, y de un análisis costo-beneficio que lleve a las empresas al diseño de la mejor estrategia posible. Y esto aplica también a la relocalización de las cadenas de suministro, que no son la excepción. Lo que resulta claro es que América del Sur tiene gran potencial, y una gran cantidad de empresas la están viendo como “suelo firme” para sus estrategias de nearshoring.
El beneficio de la proximidad
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