De acuerdo con la Real Academia de la Lengua, la inteligencia artificial (IA), “es una disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico”.

Si bien el concepto no es nuevo (tuvo su origen en los cincuenta), su evolución en los últimos años ha sido constante y exponencial, generando en la sociedad grandes ventajas tanto desde el punto de vista personal, al hacernos la vida más fácil, pues disminuimos el esfuerzo y ahorramos tiempo en la ejecución de tareas rutinarias, como a nivel laboral generando oportunidad de crecimiento económico en las industrias, fortaleciendo la competitividad y transformando el ecosistema laboral.

Sin embargo, pese a los grandes beneficios que ofrece la IA, su usabilidad puede tomar rumbos descontrolados, y por ende generar efectos negativos en la sociedad. La posibilidad de crear máquinas pensantes plantea una serie de cuestiones “éticas” que abarcan diferentes puntos, tanto que las máquinas no lastimen a los seres vivos en general, conocido como Ética de las máquinas; como el comportamiento moral de los seres humanos a medida que diseñan, construyen, usan y tratan la inteligencia artificial, conocido este último como Roboética.  Es por esto por lo que se hace necesario aplicar un proceso de regulación sobre la Inteligencia Artificial.

Ya se dio un primer paso y es regular la IA para efectos de desarrollo, estableciendo políticas públicas frente al tema. Para el caso de Colombia, el pasado 1 de agosto del presente año se emitió el proyecto de ley 059, por medio del cual se establecen los lineamientos de política pública para el desarrollo, uso e implementación de Inteligencia Artificial, estableciendo políticas que salvaguarden el derecho al trabajo, al bienestar y la seguridad de los seres humanos.

Pero la otra cara de la moneda está al descubierto, y es el control del uso responsable de la Inteligencia Artificial por parte de las personas, entendiendo como uso responsable el medio o instrumento para facilitar la vida, y no como herramienta para reemplazar la inteligencia humana. Un ejemplo claro es la inteligencia Artificial ChatGPT de OpenAI ó Gemini AI de Google, quienes tienen una alta capacidad para imitar la escritura y el estilo de las personas suplantando su propia identidad. La IA puede teóricamente escribir ensayos y tareas escolares, generando un cambio en cómo los estudiantes hacen sus deberes, ocasionando incertidumbre en como evaluar lo que de verdad entienden, generando así expectativa por la calidad académica del futuro.

La IA tiene muchos beneficios que facilitan nuestro día a día, pero generar dependencia impide el desarrollo cognitivo y conductual de las personas, que, para su adecuado crecimiento, por naturaleza requieren experimentar el esfuerzo, error y aprendizaje.

En conclusión, la IA es una potente tecnología que ayuda a mejorar nuestra vida a todos los niveles, pero que se debe abordar con precaución, considerando sus implicaciones éticas y de privacidad.


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