Fundamentalmente, no mucho ha cambiado desde que Edison comenzó a generar y suministrar energía eléctrica a menos de 100 clientes en Manhattan en 1882. La electricidad continúa generándose en centrales eléctricas centralizadas, se desplaza a lo largo de sistemas de transmisión de alto voltaje y sale de la red por las subestaciones de distribución, para ser distribuida a hogares y empresas locales. Aparte de los precios, factores como preferencias del consumidor e innovación del proveedor no han sido relevantes. Esta situación está por cambiar. Tras el surgimiento de recursos energéticos alternativos; un cambio regulatorio hacia la confiabilidad y resiliencia; y la afluencia de jugadores no tradicionales que ofrecen productos, servicios y experiencias personalizadas, es evidente que una nueva industria se está volviendo realidad.

En estudios previos, sugerimos que, en el centro de este nuevo modelo, se transformaría una “utilidad del futuro”: un integrador de red. Esta transformación ha estado en marcha a nivel mundial desde una perspectiva de infraestructura y operaciones desde más de una década.

Una confluencia de fuerzas disruptivas está impulsando la evolución de las compañías de distribución de electricidad desde un enfoque reactivo en la relevancia y la supervivencia, hacia un esfuerzo proactivo para agregar valor para los consumidores y estimular el crecimiento. Entre los mayores disruptores se encuentran los avances, despliegue y utilización de información nueva y de tecnologías operativas; entre ellas, los datos en tiempo real proporcionados por el Internet of Things, nuevos insights y automatización generados a través de inteligencia artificial y las eficiencias centralizadas ofrecidas por blockchain.

En este escenario, el Integrador de red no solo distribuye electricidad como commodity, sino que habilita  el centro de un ecosistema personalizado de productos y servicios energéticos, sincronizando los esfuerzos y actividades de los diferentes stakeholders. A medida que consolidan sus infraestructuras y reestructuran sus operaciones, las empresas de distribución pueden avanzar hacia la venta (o permitir que otros vendan) de productos diferenciados. Establecer un mercado de energía tangible de próxima generación agrega valor y aumenta los ingresos, incluso si la carga continúa disminuyendo.