Desde marzo de 2020, el mundo ha sido testigo de la radical transformación que trajo la pandemia por COVID-19, modificando los hábitos de consumo y, por lo tanto, creando la necesidad de nuevos canales de venta para los negocios, específicamente canales digitales. Algunos analistas afirman que, en México, este “salto” o transformación forzada por la emergencia sanitaria ha implicado un avance de hasta 10 años en el ámbito de la digitalización, aunque esto varíe según el sector o industria. En promedio, y según diversos sondeos realizados por KPMG UK, USA y Forbes México, el incremento en las ventas a través de plataformas de comercio electrónico (e-commerce) se incrementó de 30% hasta 90% desde que se anunciaron los primeros casos oficiales de contagio por COVID-19 en marzo de 2020.[1][2]
El comercio electrónico es el canal que ha permitido la continuidad de una gran cantidad de negocios y ha transformado su modo de operación. Sin embargo, la digitalización conlleva riesgos, que, aunque nos pueden resultar familiares, se acentúan de forma proporcional al ritmo de cambio, el número negocios que la adoptan y las transacciones que se trasladan a dicho esquema.
La creciente tendencia de las operaciones electrónicas en los esquemas digitales atrae a los cibercriminales y, por lo tanto, al incremento de los riesgos tecnológicos, por ejemplo:
- Robo de identidad y datos personales
- Fraude (en transacciones financieras y servicios bancarios)
- Fallas en la continuidad de la plataforma (software o hardware)
- Sabotaje (interno o externo)
- Pérdida de trazabilidad en transacciones electrónicas
- Fuga de datos sensibles o confidenciales
- Fuga de datos personales (clientes)
En estos tiempos de incertidumbre, el manejo del riesgo tecnológico se vuelve un pilar del comercio electrónico. Los recursos disponibles, en muchos casos, se deben redistribuir para enfocarse en las prioridades que permitan la continuidad del negocio y, entre ellas, las iniciativas de transformación digital, por lo que resulta crítico, hoy más que nunca, no escatimar recursos dedicados a la identificación de los riesgos inherentes al negocio y a la evaluación del potencial impacto financiero y reputacional para desarrollar:
- Sistemas de administración de riesgos tecnológicos
- Estrategias de ciberseguridad
- Mecanismos robustos de autenticación, de dos o tres vías
- Mecanismos de redundancia, maximizando la disponibilidad de las plataformas electrónicas y de la trazabilidad de transacciones
- Plan de respuesta a contingencias e interrupciones (plan de continuidad y recuperación del negocio)
La adecuada administración del riesgo tecnológico puede minimizar grandes impactos como los reputacionales, financieros y operativos, proporcionando fuertes bases para la sostenibilidad y permanencia del negocio a largo plazo.
[1] Forbes México.(Septiembre 2020) El año que impulsó al e-commerce en México. Disponible [en línea]:
https://www.forbes.com.mx/el-ano-que-impulso-al-e-commerce-en-mexico/
[2] KPMG UK (Julio 2020) El impacto en el comportamiento del consumidor y tendencias. No disponible (estudio interno de naturaleza confidencial)
Contacto
Sandra Carpio
Socia de Asesoría en Gestión de Riesgo Tecnológico
KPMG en México
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