En la actualidad, tenemos certeza absoluta sobre algunas situaciones en particular. Una de ellas, es la urgente necesidad de disminuir las emisiones de gases efecto invernadero por sus nefastas consecuencias en el cambio climático y sobre todo en la salud de la población por el deterioro en la calidad del aire, más aún cuando la pandemia del COVID-19 nos recordó lo indispensable de este recurso para subsistir. Precisamente esto ha ocasionado que el mundo avance rápida y decididamente en la búsqueda de nuevas fuentes de energía alternativas y, particularmente, hacia la electrificación de los medios de transporte.
Por otra parte, múltiples estudios revelan y advierten que las reservas de petróleo a nivel mundial, al ritmo de extracción actual y con una demanda constante, alcanzarán aproximadamente hasta el rango de años comprendidos entre el 2040 y el 2045, razón por la cual, aunque no existiera la necesidad de controlar el efecto del cambio climático, definitivamente es necesario evaluar nuevas alternativas para satisfacer necesidades de transporte y desplazamiento cubiertas en la actualidad, mayormente por vehículos a combustión dependientes de recursos no renovables.
Muchos países son conscientes de estas situaciones, por lo que han establecido medidas de apoyo gubernamental y, a su vez, han impulsado y orientado sus políticas y estrategias hacia la conservación del medio ambiente, propiciando la edificación de estrictos estándares para disminuir las emisiones de contaminantes por parte de los vehículos, estableciendo regulaciones claras para la renovación del parque automotor hacia los vehículos eléctricos e incentivando, entre otras cosas, la adquisición de los mismos.
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