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Por:
Manuel Fernandes
Socio líder de la industria de Energía y Recursos Naturales de KPMG en Brasil y en América del Sur


La transición energética es un pilar fundamental en la construcción de un futuro sostenible. Como es sabido, este proceso implica reemplazar de manera gradual las fuentes de origen fósil por renovables, promoviendo al mismo tiempo la eficiencia en el uso de la energía, la electrificación de los sectores productivos que son cruciales y la descarbonización de la economía. Y si bien puede decirse que, a nivel global, los avances han sido significativos, los desafíos que deben afrontar los países y sus empresas aún persisten, especialmente en regiones como América del Sur, donde las condiciones estructurales, económicas y políticas impactan fuertemente en esta transición..

En los últimos veinte años, el mundo ha sido testigo de un crecimiento exponencial en la capacidad instalada de energías renovables. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, 2025)1, las energías renovables representaron casi tres cuartas partes del incremento en la generación total de energía durante 2024, con la energía solar fotovoltaica y eólica liderando el camino. Esta tendencia que, en principio, aparenta irreversible, ha hecho que desde 2016 hasta la fecha la generación de energía solar se haya duplicado en períodos de cada tres años, ayudando a que, en la actualidad, las energías renovables representen algo más de un tercio de la generación total; o el 18% si se descuenta la generación hidroeléctrica (14%).

1.  Global Energy Review 2025. International Energy Agency, 2025.

En este proceso, los países europeos están ganando la carrera de la transición. Economías como Suecia, Dinamarca y Finlandia aparecen en el podio de esta transformación, impulsados por políticas ambientales ambiciosas, subsidios para inversiones “verdes” y la cada vez mayor “presión ciudadana”. China, por su parte, que invierte masivamente en energías limpias y se ha transformado en el principal productor de paneles solares y autos eléctricos a nivel global, es otro de los países o potencias que están siempre en la “discusión”, contribuyendo al cambio. En América del Sur, en tanto, los desempeños individuales han sido variados. A pesar de haber registrado el crecimiento más lento en la transición energética en la última década (WEF, 2024)2, la región posee un enorme potencial renovable, con abundancia de agua, luz solar, viento y biomasa, y economías cuyas matrices de generación eléctrica han ido adaptándose gradualmente hacia las fuentes renovables. A modo de ejemplo, Brasil, que históricamente ha dependido de la generación hidroeléctrica, ha logrado en los últimos años diversificar su matriz hacia otras fuentes como la eólica y solar. Por su parte, en Uruguay, Chile y Perú, que están algo más avanzados en este proceso, las fuentes de energía renovable ya representan más de la mitad de sus ofertas de generación. O en Colombia, que, a pesar de ser un importante productor de petróleo, ha mejorado su seguridad energética en los últimos años gracias al impulso dado a las fuentes de origen renovable, especialmente la hidroelectricidad y la bioenergía. Otras economías de la región, como la Argentina, Ecuador o Venezuela, están avanzando por el mismo camino, aunque con ciertos matices. Mientras Argentina ha sido reconocida regional y globalmente por el notable crecimiento de las energías renovables en su oferta de generación, llegando a representar el 15% de ésta en 2024; Ecuador y Venezuela aún se debaten en este sentido, lo que ha derivado en una diversificación algo más lenta de fuentes de generación renovable, más allá de la hidroeléctrica.

2. Brasil y Chile lideran la transición energética en América Latina | Foro Económico Mundial. World Economic Forum, 17 de julio de 2024.


La región tiene la oportunidad de convertirse en un líder en energías limpias, aprovechando su riqueza natural y su capacidad de innovación


Si bien los obstáculos en este proceso parecen difíciles de afrontar, la transición energética en América del Sur y en el mundo avanza con fuerza. La caída de los costos tecnológicos, el aumento de la conciencia ambiental y la cooperación internacional están generando un entorno favorable que impulsa la transición. Asimismo, la región tiene la oportunidad de convertirse en un líder en energías limpias, aprovechando su riqueza natural y su capacidad de innovación. Con políticas adecuadas, inversión estratégica y participación ciudadana, es posible construir un modelo energético sostenible, resiliente y justo. La transición energética no es solo una necesidad climática: es una oportunidad histórica para transformar nuestras sociedades hacia un futuro más equitativo y, especialmente, verde.

*: Fuente CAMMESA (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A.) 

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