Por:
Nelmara Arbex
Socia Líder de ESG de KPMG en Brasil y América del Sur

Cuatro razones que explican el éxito de esta conferencia.

La última Conferencia de Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP28), celebrada en Dubai, Emiratos Árabes Unidos (EAU), entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2023 fue muy importante. Hay al menos cuatro puntos que, en la opinión de los expertos de KPMG, fueron los más relevantes y que muestran un cambio en la posición de los líderes mundiales respecto a la amenaza del cambio climático.

En primer lugar, es la primera vez en 28 años que un documento final de esta conferencia menciona a los “combustibles fósiles” como el principal causante de la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI), una conclusión que robustece el peso del texto y representa un gran logro de los líderes mundiales en materia de cambio climático, especialmente considerando que el acuerdo fue rubricado en el corazón de los EAU, donde la industria del petróleo representa un cuarto de su PBI.

A pesar de que este pronunciamiento fue introducido a última hora, no deja de ser un hito de valor incalculable si se tiene en cuenta que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) arrojadas a la atmósfera por el uso de los combustibles fósiles volvieron a marcar un récord en 2022, aun teniendo en cuenta los esfuerzos dedicados a reducir las emisiones a nivel global.

Es por esta razón que el documento final, firmado por las 197 naciones participantes, además de realizar esta mención, reconoce la necesidad de acelerar la transición energética y reducir las emisiones contaminantes de todas las actividades de manera eficaz y sostenida. Para lograr este objetivo, una gran mayoría de países (118), entre las que se incluyeron Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil, se comprometieron a triplicar la capacidad de generación de fuentes renovables y duplicar la tasa anual de mejoras de eficiencia energética para 2030; contribuyendo de esta manera al objetivo que la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) ya había señalado previamente como necesario en la actualización 2023 de su informe Net Zero Roadmap: A global pathway to keep the 1.5°C goal in reach1, que analiza la transición energética y la evolución en el despliegue global de energías renovables para determinar cuán cerca o lejos estamos de las metas establecidas en la COP de París, y qué debe hacerse para cumplirlas. Sin embargo, el objetivo sigue siendo reducir las emisiones de todas las actividades, lo que en algunas regiones de América del Sur puede significar una mejor gestión de las emisiones generadas por la quema, la deforestación y la agricultura (por ejemplo, en Brasil).

En segundo lugar, la COP28 puso en marcha el Fondo de Pérdidas y Daños, una iniciativa que lleva años en discusión. Su objetivo es el de proporcionar el financiamiento necesario para que los países más expuestos al cambio climático –sean o no grandes emisores–, puedan solventar los daños económicos y no económicos causados por este, como consecuencia de las sequías, las inundaciones y el aumento del nivel del mar. A pesar de que el anuncio fue realizado con “bombos y platillos” durante el primer día, augurando lo que sería una conferencia distinta a la de los últimos años, el compromiso de desembolso de los países desarrollados que dio puntapié al fondo fue considerado por muchos de los delegados como insuficiente (tan solo US$ 700 millones), sobre todo teniendo en cuenta que el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) estima que los países afectados necesitarían cerca de US$ 400.000 millones anuales para financiar los daños producidos por el cambio climático, o sea, cinco veces más que lo propuesto.

Como tercer punto, la COP volvió a enfatizar la importancia de conservar, proteger y restaurar la biodiversidad a través de acciones concretas, como detener definitivamente la deforestación y la degradación forestal para 2030 (un compromiso que los líderes ya habían asumido en la COP26). Esta decisión es relevante porque refuerza una vez más la idea de que los ecosistemas saludables son los mayores aliados para la estabilización climática. La emisión continua y creciente de gases de efecto invernadero tendrá sus efectos multiplicados si los ecosistemas restantes continúan degradándose y no se regeneran.

Finalmente, la COP28 fue testigo del primer balance mundial sobre el cumplimiento de las metas climáticas gubernamentales (NDC, por sus siglas en inglés). Este balance, que se repetirá cada cinco años, tuvo como meta en su primera edición evaluar el nivel de cumplimiento de los compromisos de los países en materia de acción climática desde la firma del Acuerdo de Paris, en 2015, y determinar qué aspectos están avanzando, cuáles no y qué pueden hacer los gobiernos y partes interesadas para reforzar sus compromisos ambientales. Las conclusiones del balance serán utilizadas para establecer el nuevo nivel de exigencia de los NDC que los gobiernos deberán fijar antes de 2025, con el objetivo de allanar el camino hacia la neutralidad de carbono para 2050.

Estas decisiones, que fueron seleccionadas entre cientos de otras iniciativas anunciadas en la COP, que incluyeron no sólo a gobiernos sino también a empresas y sectores productivos, hacen del actual un momento fundamental en el camino hacia la reducción de emisiones, la regeneración de ecosistemas y la estabilización climática.

[1] IEA. Net Zero Roadmap: A global pathway to keep the 1.5°C goal in reach. 2023 Update. IEA, 2023.

América del Sur y su papel en esta transición.

Además del compromiso para triplicar la capacidad de generación de energías renovables y, paralelamente, mejorar la eficiencia energética para 2030; la conferencia también sirvió para que los países sudamericanos enfatizaran, entre otros puntos, la necesidad de reestructurar el sistema financiero internacional y adecuarlo a las nuevas demandas globales de energía limpia.

A pesar de seguir explorando petróleo, la región también cuenta con recursos que la sitúan entre las mejores del mundo para grandes proyectos de producción de energías renovables. La energía solar y eólica, la producción de hidrógeno verde y los biocombustibles son áreas que ya están y estarán en la agenda de la transición energética global. No obstante, como suele suceder con la mayoría de los proyectos que requieren un capital considerable para llevarlos adelante en un tiempo razonable, la necesidad de recursos financieros para mantener el impulso de esta transición energética es cada vez más evidente. Asimismo, la región alberga grandes ecosistemas que son fundamentales para estabilizar el clima del planeta; pero que ahora necesitan ser protegidos y regenerados. Y esto también requiere de grandes inversiones.

Probablemente, a raíz de este contexto “el acceso al capital para financiar iniciativas renovables y acelerar los procesos de puesta en marcha” fue uno de los desafíos más destacados por los líderes del sector sudamericano de energías renovables en una reciente encuesta de KPMG (KPMG, 2024)2. Y, tal vez, también por ello la COP28 tuvo a los presidentes de Brasil y Colombia como principales referentes de la región, quienes buscaron realizar anuncios de alto impacto y llevar este mensaje a la cumbre.

El presidente de Brasil, Lula Da Silva, propuso en conjunto con otros países “amazónicos” la creación de un fondo global para la protección y conservación de los bosques tropicales, denominado Bosques Tropicales para Siempre. La iniciativa se financiaría mediante fondos soberanos y otros inversores (incluidos los países petroleros), y buscaría llenar un vacío que existe actualmente entre los diversos mecanismos de financiamiento que, en general, están enfocados en pagos a la captura de carbono o por servicios ambientales difusos3. El objetivo inicial es recaudar US$ 250.000 millones que serían destinados a financiar las acciones de alrededor de 80 países con selvas y bosques tropicales, y cuyos pagos anuales dependerán de las hectáreas conservadas o restauradas.  

Yendo más allá, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, resaltó la importancia de la transición energética al unirse como décimo miembro –y el primero de América del Sur– al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, el cual busca poner fin a la exploración y expansión de estos combustibles alrededor del mundo, pero aclarando que su gobierno deberá buscar primero fuentes de financiamiento alternativas que compensen los ingresos que provienen de las exportaciones petroleras, que hoy representan el 60% de la balanza comercial de ese país. Un llamado claro al esfuerzo de la comunidad internacional para la creación de más opciones de financiamiento que permitan realizar una transición justa y ordenada.

[2] KPMG. Transición energética en América del Sur. Las energías renovables como vehículo para lograr el cambio. KPMG, enero de 2024.

[3] La Nación. Brasil propone fondo global para la conservación de bosques tropicales en la cop28. Lanación.com.ar, 1 de diciembre de 2023. 

Hacia la COP30 en Brasil.

A fines de este año, se realizará la COP29 con sede en otro país fuertemente petrolero, Azerbaiyán. Allí, los delegados podrán anunciar nuevas iniciativas y evaluar qué se hecho y que no a lo largo del año, siendo ésta la última oportunidad para que los países puedan fijar nuevos NDC más realistas para 2025, cuando la COP30 tenga lugar, esta vez, en Belén, en medio de la selva amazónica del Brasil. Un lugar que, seguramente, tendrá un significado especial en el camino hacia la descarbonización y el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, considerando también el papel fundamental que desempeñan los ecosistemas durante y después de la transición.

No obstante, varios expertos esperan que la COP no se celebre sólo en Belén, ya que la ciudad aún no cuenta con la infraestructura necesaria para albergar un evento de esta magnitud (con decenas de miles de participantes).


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